Chinoy, trovador porteño, en la Región de Aysén: “Siempre estoy tratando de emocionarme con el otro”

Pablo Morán conoció a Chinoy hace 10 años en Valparaíso: “Yo andaba en Valparaíso paseando y en eso escucho entre las escaleras música. Voy a mirar y ahí estaba Chinoy. Ahí lo descubrí y me gustó. Me enamoré de su voz. Yo hace tres años que llegué a Cisnes mochileando”

A sus 66 años, Pablo no cabe dentro de sí. Lo embarga una inmensa emoción. Mauricio Castillo, 42 años, aka Chinoy, está probando sonido en un pueblo costero de Aysén al interior del Bar La Perla. Llegó a Puerto Cisnes invitado por su amigo, el también artista Sergio Garay. Pablo lo mira embobado, cual calcetinero de 15; lo abraza y le brillan sus ojos azul profundo. “Es genial tener a Chinoy aquí en Puerto cisnes. Es como ver a Pink Floyd”, sentencia Pablo, ya quizás confundido entre el licor y la noche.

Conocí a Chinoy hace unos 17 años, si mal no recuerdo, en el entonces popular y cumbiero galpón Víctor Jara de Santiago. Chinoy estaba teloneando a Manuel García, quien a la postre sería una suerte de padrino del porteño en sus inicios. Su voz andrógina, extrañamente encantadora, me sedujo rápidamente. Nos conocimos, viajamos a Curicó, estuvimos haciendo fotos en Ingeniería de la Chile, en bares menores de Valparaíso y la capital. Intenté seguir su carrera cuando sus canciones circulaban pirateadas y él, el NN del puerto de San Antonio, se resistía a grabar discos. Sus cientos de canciones -porque el chinito era y es un prolífico a lo bestia- ya se me habían metido en carne y alma de gallina.

Eran los 2000. Internet no era lo que es y la ola de nuevos trovadores estaba en franca embestida. Este Chinoy flaco, desgarbado, que muchos confundían con la voz de una muchacha, temblaba mientras le sacaba chispas a su guitarra de palo. Sin nada más que seis cuerdas y su voz de urgencia, se había colado en el under a la altura de un mito. En su caso, la leyenda más repetida era que a Chinoy le sangraban los dedos debido a la pasión con que tañía su guitarra.

Mientras Manuel García atrapaba insectos de oro en su corazón, Chinoy le decía “Manuel, tú tienes la piedra negra”, símbolo de valor, sabiduría y misterio.

Y así, misteriosamente, 17 años después, estoy con Chinoy compartiendo cervezas y whisky con un artista ahora maduro, pero no tan alejado de ese mito sanguinolento y pasionario.

 ¿Qué te queda de ese mito hoy, tantos años después?

Yo creo que el arte es una renovación constante y en eso siempre están las bases de cada artista. Yo creo que nada cambia demasiado. Hay cosas que en lo sutil van dando cuenta de un avance o de un retroceso, pero en mi caso que he remado sobre todo en la búsqueda de seguir creando, sigo teniendo el choque con lo normado, con el desenvolvimiento primigenio, que sería exaltar a la gente, estar constantemente perpetuando la juventud. Conociendo, ser más joven y más libre. Y dando cuenta también de errores. Y en eso trato de reforzarme en lo que amerita el momento que me toca vivir. En caos y orden con el resto.

¿Cómo llegaste a Puerto Cisnes y cómo se conjuga esto con ser parte de una contracultura? Finalmente a estos lugares viene poca gente.

Tengo un amigo acá viviendo y él me habló y tenemos varios amigos en común. Nos celebramos cada vez que nos encontramos. Compartimos el ánimo. Él es un cantautor más ochentero, Sergio Garay, quien produjo todo este evento y lo conozco desde Chillán, donde hemos compartido viajes. Es una situación infaltable en nuestras vidas juntarse con los amigos y es ahí donde los reconocemos no solo como artistas. Buscamos algo ahí y estamos detrás de la creación de cada uno. Yo tengo un montón de amigos en este mundo de las artes y la poesía, de la música. Cuando me pego una caminada de mi casa al bazar, a la botillería a comprar algo, me lleno de orgullo de pertenecer a un reducto del mundo, de la sociedad, de la comunidad, que se dedica a lo sutil, a lo infraleve.

¿Y cómo fue aterrizar con tu expresión artística en un lugar como México, tan rico culturalmente?

Me di cuenta de que estoy a la altura de las circunstancias, de que canto frente al público mexicano y que el público mexicano se sorprende de tener un artista que está desde el primer momento detrás de la catarsis.

¿Qué te pasa con el público mexicano y el público chileno?

Es muy parecido. Me parece que siempre estoy tratando de emocionarme con el otro. Y en ese ejercicio no hay fronteras, no hay convenciones. No hay una caparazón al vínculo. Entonces paso directamente por lo sentimental.

¿Cuál es tu método para conjugar el girar, con el crear, con actuar? ¿Cuál es el método de Chinoy para sostener su arte y hacerlo circular por diferentes países del mundo?

Yo creo que lo encontré después de un tiempo en donde para mí fue más o menos doloroso; me di cuenta de que me dedicaba a esto o no me dedicaba. Darme cuenta de que podía disfrutarlo, después de haber sido todo un ejercicio de dar, de descubrir, de curiosear sobre lo que se puede transformar la obra. Siempre me pongo a prueba en distintas circunstancias de la creación. Estoy pintando, estoy escribiendo, haciendo canciones. Y de pronto aparece todo lo que es la tragicomedia de la vida y que te va colocando circunstancias donde uno tiene que afrontar, ya sea melodrama… Y para mí es una cuestión de gustos. Y para la creación son los mejores momentos en donde uno puede reflejar los sentidos.

Estoy de novio, casado, emparejado con otra artista argentina. Vivimos juntos en México y estoy siempre apretando los botones del arte. No me interesa otro lugar. Me he dado cuenta de que estoy en la búsqueda y la admiración de aquello. No me canso. Sé que pertenezco a eso y que estoy ligado el primer amigo que me habló del arte. Y que aún me sostiene y todavía me emociona el vínculo que tenemos. Son curiosidades que se transforman en asombro, en algo que uno escribe y no sabes cuál va a ser el proceso de recorrido que hará el poema en el trabajo de representar a otro. Si hay corazón, por alguna parte se escapa.

Yendo a tus letras primitivas, ¿sigues tomando todos los retos y riendo para no llorar?

Claro que sí.

¿Abordas tus temas del pasado o eres otro Chinoy?

Soy alguien que está más resuelto frente a ciertas circunstancias, frente al mundo, frente a los viajes, sobre ciertas conversaciones. Vas respetando más la curiosidad de tu existencia. Si tu singularidad es quedarte más solo dos o tres días y hacer una caminata con tu relación, con el mundo, con tu pareja, con quien sea para conseguir estar en la obra, en tu cuento, en tu película; yo estoy constantemente en eso. He peleado para estar donde estoy. Tiene intensidad, tiene tensión y también tiene todo esta suerte de tener ese tipo de escenarios que es viajar, que te estén esperando, que hay un público, que uno viva una situación hermosa en un lugar desconocido. Te sientes más completo y resuelto sobre todo porque está todo tan en lo pequeño, en lo sencillo.

Tras casi dos décadas frente al público, con una larga lista de canciones, ¿cómo avizoras el futuro?

Ahora quiero vivir en México, México es un país demasiado bonito, totalmente latinoamericano, la capital de la lengua. Vivo en el D.F., en la Ciudad de México, en Tenochtitlán que es una ciudad alucinante. Entonces, la poética nacional chilena y la experiencia de los artistas dura y a la vez tiene eso latinoamericano filtrado por nuestra idiosincracia, pero también por nuestro carácter socarrón, burlesco. Creo que la sociedad mexicana es una sociedad que también busca y ha buscado animosidad, puesto que también están en ciertas lecturas del mundo que están metidas dentro de lo que se arruina, les ‘terremotea’ seguido. Preguntarse por qué sucede la catástrofe, vivir sobre ruinas que se transforman en museos. Lo profundamente latinoamericano, somos países ultrapoéticos. Entre la ruina, el territorio y lo telúrico tenemos una hermandad que puede ser la representación de la fealdad, de lo grotesco y en eso nos reímos juntos y compartimos la misma risa. Eso es universal, entre el canto, la pena y el melodrama mexicano que se devuelve. Viene el Chavo del Ocho, vienen las rancheras, en Chile se mueve el rock, se moviliza la poesía de Neruda”.

Hacia el final de la conversación, ya es de madrugada y Chinoy recuerda al flacuchento, guitarra al hombro que vagaba Valparaíso para detenerse a cantar en cada esquina. En una de esas lo escuchó Pablo Morán, que esta noche regresó a su hogar cisnense con autógrafos y el último disco del trovador, Raricomio, el cuarto de su carrera. Esto, claro, sin contar los cientos de temas inéditos que podemos escuchar en YouTube. Primero fue Que salgan los dragones en 2009, luego en 2010 editó el show en vivo en Bogotá. En 2021 sacó Valpo lo hizo cantar. Y recién el año pasado nos mostró su Raricomio.

Ese Chinoy joven que habita la memoria musical de inicios de siglo quiere decirle algo a los jóvenes creadores, especialmente a los de Aysén que están buscando en la música su destino:

Yo creo que tiene que haber un ejercicio de búsqueda de la escritura propia, de la propia lectura, de las propias notas, el confiar en la obra, compartirle al otro, sobre todo en el amor a que lo que uno cree es tan sencillo y tan simple, y tan modesto y poderoso, que le puede llegar a tu primo, a tu amigo en la esquina. Buscar también los vértigos entre las personas. De pronto aparecen los amigos que también comparten esta visión y se puede armar un rincón en lo clandestino que son estas conversaciones y generar un espacio de libertad que ilumina los demás .

Tras casi una semana en Puerto Cisnes, entre horas de asueto, creación, poesía, conversas y música, Chinoy llega este fin de semana a Coyhaique para presentar su espectáculo en el bar El errante el sábado 20 de enero a las 22:30 horas. Entradas en PortalTickets.

Rodrigo Campusano Villagra

Leave a reply