Tomar conciencia de la emergencia climática

Franck Michel Antropólogo

El cambio climático está aquí y nadie serio puede negarlo. Ya no podemos contentarnos con adaptarnos a la situación. Mañana nuestra supervivencia colectiva dependerá de la capacidad para cambiar drásticamente nuestro modelo de civilización. "¿Sabía que, según un reciente estudio sobre la salud mental humana, el bienestar psicológico está estrechamente correlacionado con la presencia del canto de los pájaros? Sí, claro que sí y lo saben". Greta Thunberg ironiza con estas líneas, en El gran libro del clima (2022), dando una vez más la voz de alarma para intentar alertar a los responsables mundiales que, cegados por la ideología del crecimiento infinito, siguen explotando sin control el planeta Tierra. Sin embargo, sólo hay una Tierra habitable, a pesar de que a algunos peligrosos multimillonarios les gustaría colonizar Marte o llevarnos a la Luna. Más vale que hagamos todo lo posible por preservarla y que tomemos conciencia colectiva de las amenazas que se ciernen sobre ella. 

A pesar de que conocemos la importancia del canto de los pájaros, en realidad especies desaparecen cada día, casi nadie hace nada tangible para cambiar realmente los comportamientos y transformar las mentalidades. No cabe duda de que el cambio será radical o no será. No se trata de una opción, sino de una evidencia. Y esta revolución indispensable no será como ninguna otra que haya existido antes: indiscutiblemente, será sobre todo la de los jóvenes y las mujeres, a imagen de los discursos de los manifestantes que han trastornado el orden político liberal y patriarcal en Chile en los últimos años. Pero hoy todo está relacionado, desde el cambio climático al cambio constitucional, pasando por los cambios económicos, sociales y culturales. En el siglo XXI, una ecología que no sea política no tiene sentido, salvo para favorecer el “greenwashing” de ciertas empresas cínicas y depredadoras. 

En la Patagonia, durante un reciente estudio sobre las percepciones del cambio climático de los habitantes de Aysén, realizado bajo los auspicios del CIEP de Coyhaique, pude observar que se están produciendo grandes cambios. Sin embargo, debido a la baja densidad de población y a la inmensidad del territorio, esta emergencia climática no es tan visible u obvia como en otras partes del mundo. El tema general del cambio climático está omnipresente entre todas las personas que conocí allí, pero afirman que los servicios públicos siguen muy ausentes en la materia. Las acciones locales siguen siendo modestas y fruto de iniciativas individuales. Todo el mundo ve que los glaciares retroceden y se derriten, pero esto (todavía) no repercute en su vida cotidiana, por lo que no existe un sentimiento de urgencia para actuar. Este es el caso de dos zonas, Puerto Guadal - Puerto Tranquilo y y La Junta - Raúl Marin Balmaceda, dos situaciones geográficas y turísticas muy diferentes, pero donde se encuentran los mismos problemas climáticos. 

Parece que la conciencia es inicialmente individual y luego se convierte en colectiva debido al instinto de supervivencia y a las circunstancias agravantes ligadas a la destrucción material que afecta al bienestar y a la realidad económica de los habitantes. Los daños medioambientales son visibles en ambas zonas, pero la fuerte presión turística en Puerto Tranquilo agrava la situación. Se observa que los retos son ligados a la gestión de residuos y el reciclaje, a la contaminación del lago o fiordo, a las desigualdades económicas, la descoordinación de los proyectos de desarrollo, problemas de tenencia de la tierra, la falta de educación y formación, así como de información sobre el clima y la ecología o los retos asociados al crecimiento del turismo. 

La naturaleza -un término ambiguo en sí mismo, ya que es una invención humana- se sigue percibiendo localmente como capaz de autorregular los problemas creados por la presencia del hombre, lo primordial siendo los asuntos económicos asociado a las actividades turísticas. La historia nos enseña, sin embargo, que sería más prudente anticiparse a las complejas y delicadas situaciones que se avecinan: ¡más vale prevenir que curar! De ahí la importancia fundamental de promover la educación.

Los habitantes se declaran impotentes ante el cambio climático, ya que creen que no pueden influir en el curso de los acontecimientos. En el mundo la constatación es la misma: ya no es la comunidad humana la que hace la historia, sino la naturaleza la que impone su orden y su tempo... Es un cambio mayor. Los seres humanos se ven ahora obligados a tomar en cuenta el medio ambiente y adaptarse a él, y ya no a imponer su voluntad depredadora a los seres vivos, como en el pasado. 

En el futuro, imagino que el turismo seguirá desarrollándose a pesar de todo, pero creo que el cambio climático también continuará marcando la pauta en la región. Sería bueno que la gente sea capaz de anticiparse a los numerosos retos que tenemos por delante, incluidos problemas que hoy no son directamente visibles. Nada está perdido porque el espacio-tiempo patagónico es propicio para superar los retos actuales, sobre todo, y esto es esencial, si la población local toma conciencia de los desafíos y se pone a trabajar para afrontar los problemas colectivamente y en buen entendimiento. Es clave lo colectivo frente al individualismo existente para avanzar hacia un desarrollo más humano, más respetuoso con la naturaleza y la cultura, en cada comunidad. Me complace comprobar que ya hay signos muy positivos en ambos lugares visitados. Veo como las comunidades locales de mujeres trabajan para mejorar la convivencia en Raúl Marín Balmaceda. Ellas impulsan actividades sociales, culturales y educativas, tal como asociado al hermoso proyecto de "ruta del patrimonio" y el de la biblioteca municipal. Creo que todos los habitantes de la Patagonia, uniendo sus esfuerzos, encontrarán, a través de la pasión y la paciencia, la capacidad de hacer frente a los muchos desafíos que tenemos por delante. En Chile, como en todas partes, aprendamos a confiar más en los jóvenes y en las mujeres, para que surja otro mundo, más sano y de mejor convivencia.

Redescubramos también el simple sentido común, para cambiar el mundo. Como explica de nuevo Greta Thunberg: "Cuando la bañera está a punto de desbordarse, no vas a buscar baldes, no empiezas a colocar traperos en el suelo, primero cierras la llave del agua. Obvio, ¿no? Pero para cerrar la llave y escuchar el canto de los pájaros, hay que cambiarlo todo y, por tanto, poner la mesa patas arriba cambiando el modelo. ¡Manos a la obra, hombres y mujeres de buena voluntad, por una Patagonia viva y feliz!

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