Andrea es madre un niño transgénero, acá, en la Patagonia, en la región de Aysén. Ella parió a una niña, que hoy, ya cerca de adolescencia, como la mariposa que sale de su pupa, rompió su velo de ceda para dejar crecer a Jonathan. No hace más de diez meses que su niña comenzó su tránsito. Poco a poco se fue cubriendo con la piel que se le negó al nacer, pero que latía fuerte debajo de esa otra, esa que no siente suya y que ahora está dejando atrás. Este es el testimonio de Andrea, una madre que con fuerza, cariño y aceptación; apoya y acompaña el tránsito de este cambio con la certeza de las palabras que alguna vez le escucho decir a Almendra: “Ser trans, es mágico. Es el equilibrio perfecto entre lo masculino y lo femenino”.